El Poder Económico del Streaming

Los Servicios de Streaming como Pilares Económicos de la Industria Musical Actual y su Impacto en los Nuevos Artistas

Autor: 3M Studio

La irrupción del streaming como principal canal de consumo musical ha transformado radicalmente la dinámica de generación y distribución de ingresos en la industria musical. A diferencia de los modelos tradicionales basados en la venta de soportes físicos o descargas digitales, la economía del streaming reposa sobre complejos sistemas de cálculo algorítmico que definen la remuneración de los artistas en función del número de reproducciones y su peso relativo dentro de la plataforma. Estos sistemas, sin embargo, no son homogéneos: las plataformas implementan distintos modelos de reparto de regalías que pueden repercutir de forma desigual sobre los ingresos de los músicos, lo cual ha generado una creciente preocupación tanto en la esfera académica como entre los creadores y agentes del sector. La manera en que estos modelos se estructuran y distribuyen la riqueza es fundamental para comprender las tensiones que subyacen en la actualidad del negocio musical.

Uno de los modelos más difundidos entre las principales plataformas (como Spotify, Apple Music o Amazon Music), es el denominado market-centric model, que asigna los ingresos globales recaudados en un periodo determinado (siendo generalmente por país o región) de manera proporcional al número de reproducciones que acumula cada canción respecto al total. Esto implica que, independientemente de quién escuche qué, los ingresos por suscripción se reparten entre los artistas más escuchados globalmente, en detrimento de aquellos con bases de oyentes más pequeñas pero altamente comprometidas. Este modelo ha sido señalado por su capacidad para reforzar fenómenos de concentración, premiando a los artistas mainstream que dominan el volumen de reproducciones mientras penaliza a quienes operan en nichos específicos o géneros minoritarios. Los artistas independientes, cuyas obras no siempre se insertan en los circuitos de consumo masivo, ven así diluido el impacto económico directo de su base de oyentes reales.

Referencia (CusicaPlus, 2017).

En contraste, el modelo user-centric propone una alternativa que, aunque todavía marginal en su implementación práctica, ha suscitado gran interés por su supuesta equidad. En este esquema, los ingresos generados por cada suscriptor se asignan únicamente a los artistas que esa persona haya escuchado, lo que elimina la agregación masiva de datos y evita que la popularidad global determine la retribución individual. Este modelo busca reflejar con mayor fidelidad el vínculo directo entre oyente y creador, empoderando a comunidades locales o de nicho, e incentivando una relación más directa y personalizada entre ambos extremos de la cadena de valor. Aunque estudios preliminares sugieren que los efectos redistributivos del modelo user-centric son limitados a gran escala, su implementación en plataformas como Deezer ha arrojado indicios de una menor concentración del ingreso y una mejor alineación entre consumo real y compensación.

No obstante, ambos modelos enfrentan críticas cuando se contrastan con el funcionamiento real del mercado. En el caso del modelo centrado en el mercado, el problema radica en la opacidad de sus métricas: no solo se desconoce con precisión la fórmula de cálculo utilizada por cada plataforma, sino que intervienen elementos como el tipo de suscripción (gratuita con anuncios o de pago), la localización del usuario, y las políticas contractuales con los sellos discográficos, lo que genera distorsiones adicionales. Por su parte, la viabilidad económica del modelo centrado en el usuario ha sido cuestionada por las propias plataformas, que alegan altos costes de implementación y una complejidad añadida en la gestión de derechos, especialmente cuando se trata de integrar catálogos de múltiples sellos y agregadores.

Referencia: (PromociónMusical, 2021).

Más allá de los modelos explícitos de reparto, resulta indispensable analizar los factores estructurales que configuran el entorno económico del streaming. La consolidación de un puñado de plataformas como intermediarios hegemónicos ha transformado la relación de poder entre los distintos agentes del ecosistema musical. En este contexto, los grandes sellos (las llamadas "majors") mantienen un control privilegiado sobre la negociación de regalías y posicionamiento editorial, dejando a los artistas independientes o firmados por sellos pequeños en una posición estructuralmente más débil. Incluso en escenarios donde las reproducciones crecen exponencialmente, el retorno financiero individual suele ser insuficiente para sostener una carrera profesional, especialmente cuando se considera la escasa proporción de ingresos que efectivamente llega al artista después de deducciones por parte de discográficas, distribuidores y gestores de derechos.

Desde una perspectiva sociológica y territorial, el contexto digital no ha eliminado las desigualdades estructurales, sino que ha generado nuevas formas de precarización. Muchos artistas siguen dependiendo de actuaciones en vivo, venta de merchandising o crowdfunding para sostener su actividad, relegando al streaming a un rol de visibilidad más que de sustento económico. La incorporación de las tecnologías digitales en sus estrategias de negocio responde más a una lógica de promoción que de monetización directa, revelando una brecha entre el discurso de democratización digital y las prácticas reales del mercado musical. Además, la multiplicidad de actividades necesarias para la autogestión (desde la producción hasta la difusión) impone una carga adicional sobre los músicos, que deben adquirir competencias empresariales además de creativas para sobrevivir en un entorno moderno.

Referencia: (Larro5a Group, 2023).

Otro aspecto relevante a considerar es el papel de los algoritmos de recomendación y curaduría editorial en la configuración de las regalías. Dado que gran parte del tráfico en las plataformas se dirige mediante playlists automatizadas o editoriales, los artistas que logran entrar en estas listas concentran la mayor parte de las escuchas y, por ende, de los ingresos. Esta mediación algorítmica actúa como un filtro que reproduce sesgos estéticos y geográficos, reforzando la visibilidad de ciertos géneros, idiomas o estilos en detrimento de otros. Al mismo tiempo, se establece una especie de dependencia entre los músicos y las plataformas, donde los primeros deben optimizar sus productos para responder a los parámetros del sistema: duración de las canciones, estructura melódica, frecuencia de lanzamientos, entre otros. En este sentido, el modelo de streaming no solo redefine el ingreso, sino también las formas mismas de producción cultural.

La forma en que se estructuran los contratos entre plataformas, discográficas y artistas también impacta directamente en la distribución final de las regalías. En muchos casos, las discográficas retienen porcentajes considerables de los ingresos generados por las reproducciones, bajo justificaciones como la inversión en marketing o producción, lo cual reduce drásticamente el monto que recibe el intérprete. Algunos sellos independientes han comenzado a experimentar con esquemas más transparentes y participativos, en un intento por ofrecer condiciones más equitativas, pero estos casos siguen siendo minoritarios en un mercado ampliamente dominado por lógicas corporativas y opacas. La escasa claridad sobre los datos de reproducción, las tasas por país y los criterios editoriales convierte al ecosistema digital en una caja negra, donde los artistas rara vez tienen control efectivo sobre el proceso de monetización de su obra.

Referencia: (Playztrendz, 2020).

Por otra parte, la existencia de modelos híbridos (como el que aplica YouTube Music o TikTok) introduce nuevas variables en la ecuación. Estas plataformas, al combinar elementos de streaming tradicional con ingresos publicitarios y viralidad social, ofrecen oportunidades diferenciales para ciertos tipos de contenidos, en especial aquellos que se adaptan al formato breve y visual. Si bien estas dinámicas han facilitado el descubrimiento de nuevos talentos, también han intensificado la lógica de monetización fragmentada y basada en la atención efímera, lo que complica aún más la posibilidad de una trayectoria artística sostenible. En este contexto, la diversidad de modelos convive con una alta volatilidad de los ingresos, obligando a los artistas a diversificar sus fuentes de monetización más allá del simple número de reproducciones.

Conviene subrayar que la aparente neutralidad tecnológica del streaming oculta un conjunto complejo de decisiones corporativas, políticas contractuales y estructuras económicas que moldean la experiencia musical contemporánea. Si bien el acceso a vastos catálogos ha sido celebrado como una victoria cultural, esta apertura no siempre se traduce en una redistribución justa del valor creado por los artistas. La forma en que las plataformas digitales pagan a los músicos está determinada por modelos que privilegian la eficiencia operativa y la rentabilidad corporativa, a menudo en detrimento de la autonomía y el sustento de quienes producen el contenido que sostiene el sistema.


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